TODA LA MAGIA DEL JUEGO

Para los niños, el juego es de vital importancia. Es a través del juego que crecen, elaboran emociones y experiencias, se familiarizan con la realidad que les rodea. ¿Cómo escoger, entonces, el regalo más adecuado? Aquí una pequeña guía.

¿Realmente fingimos? Se puede decir que para un niño, el verdadero significado del juego está contenido en esta frase. Porque cuando juega se mete de lleno en ello: su imaginación, sus emociones, su compromiso, su forma muy personal de imitar e interpretar lo que ve a su alrededor. “A través del juego, el niño experimenta estados de ánimo y relaciones, desarrolla habilidades cognitivas, pero también motoras, como si estuviera en un gimnasio donde practica entrenamiento continuo, para conocerse a sí mismo y el mundo que le rodea”, comenta la pedagoga Elena Urso. “Además, la actividad lúdica es para él como un contenedor en el que puede hacer lo que quiera con sus propios ritmos y métodos, una oportunidad para experimentar un sentido de «omnipotencia» que, en cambio, se ve frustrado en la vida cotidiana, circunscrita a los ritmos y reglas de los adultos”.

“El juego combina placer, libertad, capacidad de pensar; entrena al dinamismo porque lleva al niño a buscar siempre nuevos estímulos para adquirir nuevas habilidades y competencias; lo hace soñar despierto y construir cosas concretas al mismo tiempo”, añade Teresa Grimaldi Capitello, jefa de la Unidad de Psicología Clínica del Hospital Pediátrico Bambino Gesù en Roma, Italia. “Una dimensión maravillosa que llevamos con nosotros el resto de nuestra vida, porque incluso de adultos nos gusta disfrutar de momentos en los que podamos desconectarnos de los deberes cotidianos, en los que viajar con la fantasía, manipular la realidad con la imaginación, desarrollar la creatividad y, gracias a esto, concebir nuevos proyectos”. Regalar un juguete a un niño, entonces, no significa simplemente obsequiarle un objeto para que pase el tiempo o que “lo haga sentir bien”, sino es ofrecerle un punto de partida que utilizará y transformará siguiendo lo que dicta su curiosidad e imaginación.

El rango de edad, un buen indicador

  • Pero, ¿cómo elegir el juguete adecuado para él? “El mejor no existe”, responde la psicóloga. “Seguramente, un buen criterio de selección es el rango de edad, generalmente indicado en el empaque, porque cada uno corresponde a una fase del desarrollo neuropsicológico que un juguete puede estimular”. 
  • “Para el resto, simplemente porque los juguetes son para el niño una materia prima para crear sus mundos paralelos, en principio hay que preferir aquellos que tengan mayores posibilidades de combinación o que de vez en cuando se puedan convertir en nuevos juegos”, sugiere Elena Urso. “Bienvenido, entonces, todo tipo de construcciones, que le permitan crear, pero también demoler y recrear de nuevo. O lápices y rotuladores, que brindan a los artistas la oportunidad de plasmar el fruto de su creatividad en una hoja de papel, aunque sea un garabato”. 

Finjamos que…

  • Durante la edad preescolar, a los niños les gustan mucho los juegos de rol. “A partir de los 2 años, de hecho, el pequeño aprende principalmente por imitación y se divierte mucho al reproducir la realidad que lo rodea”, explica Grimaldi Capitello. “Es la época de los títeres y los muñecos, con los que el niño inventa mil aventuras. También son perfectos en este sentido todos los juguetes que permiten reproducir las actividades diarias que los niños observan en casa”.

Entre policías y ladrones

  • A veces los niños parecen particularmente fascinados por los monstruos, las armas de juguete o las brujas: ¿podemos permitirnos esta propensión o mejor evitarla? “Sí, porque todos los niños, así como los adultos, tenemos dentro una parte buena y una mala, sentimientos de cariño y sentimientos agresivos, actitudes pacíficas y conflictos internos: una parte oscura que hay que integrar y elaborar. El juego simbólico les ofrece la mejor oportunidad de hacerlo en un entorno protegido”, explica Elena Urso.
  • “Jugar a la guerra o simular alguna representación externa violenta no hará que nuestros hijos se vuelvan agresivos y violentos, pero les dará la oportunidad de sacar a relucir ciertos sentimientos, experimentar emociones negativas y aprender a superarlas, entender que incluso en los conflictos hay reglas. Si, por otro lado, eliminamos partes de la emoción de la vida de los niños, ¿cuándo las experimentarán? Cuando crezcan se encontrarán desprevenidos y correrán el riesgo de verse abrumados por emociones que no conocen. Ver a un villano personificado en una forma externa les ayuda a entender cómo lidiar con él y derrotarlo; además, les permite tener control sobre el miedo, como si fuera una prueba de valentía”. 
  • “Cuando es él quien se hace pasar por el monstruo de la situación, tiene la oportunidad de sacar a relucir su lado oscuro, al que no puede dar rienda suelta en sociedad, donde todos esperan que sea bueno, dócil y obediente”, señala Teresa Grimaldi. “Por suerte, entonces, está el monstruo que le permite sentirse feo, fuerte y malo sin que lastime a nadie; sacar su lado enojado que en la vida real nadie acepta pero que encuentra espacio para expresarse en el juego, en un diálogo entre el bien y el mal donde al final siempre triunfa el bien, pero también el mal ha tenido la oportunidad de ser explorado y luego superado”.

¡Movámonos un poco!

  • Nuestros hijos pasan mucho tiempo en casa, sobre todo en estas fechas. Entonces, quizá valga la pena incluir algunos juegos que les permitan, entre los regalos, hacer algo de actividad física, ¡los espacios en casa lo permiten!
  • Un favorito de los niños: las pelotas de esponja estimulan muchos tipos de movimientos y promueven la coordinación ojo-mano (sin destruir muebles o adornos), también las cuerdas para saltar, colchonetas o kits de aros ofrecen diversas actividades motoras, así como juegos con música para bailar. “Para esto, sin embargo, es mejor esperar la edad escolar, porque requieren de una capacidad de coordinación y observación de las reglas que los niños más pequeños aún no han adquirido”, aconseja Elena Urso. Mismo discurso para los juegos de mesa. “Antes de los 6-7 años es difícil que un niño sea capaz de apasionarse por ellos”, continúa Urso, “tanto porque todavía no puede leer las instrucciones de forma independiente –y es bastante frustrante tener que depender de alguien para que las explique–, como porque todavía no puede seguir reglas y turnos, y siempre está a la espera de ganar”. 

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5. No dramatizar: cuanto antes comencemos a educar a los niños para que le den a las cosas su justo valor, mejor diferenciarán y aprenderán a distinguir los rasgos realmente importantes de la vida. En ocasiones, se ven padres que dramatizan porque su hijo reprobó un examen, cuando hay una recuperación posterior donde puede superarse a sí mismo, y no le damos importancia a conductas que sí deben extinguirse, como pegar a sus hermanos o a otros niños, insultar o faltar al respeto.

6. Logro personal: los niños son un 49% más felices si consiguen sus objetivos por méritos propios. Los psicólogos utilizan el principio de Restricción de Privilegios (computadora, celular) para provocar la reacción de normalización por parte del niño “consentido”, que aparece tras reacciones iniciales de rabia del niño y resistencia de los padres ante la eliminación de objetos cotidianos, muchos padres lo verbalizan como “hace mucho tiempo que no veía a mi hijo tan tranquilo.” Desde que son bebés hasta la adolescencia, los niños sufren de manera creciente en los últimos años el “síndrome de niño insaciable”, donde sus actitudes desembocan en problemas de personalidad y conducta, provocando aislamiento, marginalidad e insatisfacción personal.

A QUÉ JUEGO JUGAMOS

Una necesidad vital

  • “A veces, solemos pensar en el juego como algo frívolo, como si fuera una pérdida de tiempo, mientras que durante todo el periodo de desarrollo, hasta los 12 años, juega un papel fundamental en el desarrollo del individuo”, explica Mónica Castagnetti, psicóloga educativa. “Para el niño, la actividad lúdica es una dimensión existencial, una forma de ser, de conocer, de descubrir el mundo y a sí mismo”, continúa Elena Urso, pedagoga. 
  • “Es el juego el que permite al niño realizar todas las tareas de desarrollo, pasar por las etapas que lo llevarán a ser grande. Al mismo tiempo, representa un espacio adecuado y seguro para el desarrollo cognitivo y emocional, dentro del cual experimentan todas las emociones, incluidas aquellas que clasificamos como negativas, como la ira o el miedo, y conocer las propias reacciones y las de los demás”. 

Déjalo experimentar

  • Además de permitirle dar sentido a la realidad, el juego es el camino para mantener una ilusión de control sobre el mundo. El egocentrismo de un niño pequeño se ve frustrado más a menudo y varias veces durante el día debido a las reglas y prohibiciones, pero incluso a los límites físicos que no le permiten hacer o lograr lo que le gustaría. Con el juego puede recuperar esa sensación de control y efectividad que, de lo contrario, se vería perpetuamente frustrada, afectando su bienestar. 
  • Es por esto que cuando el padre juega con él, hasta los 5 años aproximadamente, lo correcto es apoyarlo y dejar que el niño dirija la actividad, decidiendo roles y métodos. “Más tarde, alrededor de los 6 años, el adulto puede proponer su propia versión del juego o negociar las reglas, porque el niño es capaz de aceptar una propuesta diferente”, explica Castagnetti. Y cuando el niño juega solo y el padre observa o se encuentra cerca, hay una regla que siempre debe respetar: 

“No intervenir, a menos que sea él quien esté pidiendo ayuda expresamente”, subraya Castagnetti. 

ETAPAS

En el primer año de vida, el juego es exploratorio: el niño descubre su cuerpo y los objetos que lo rodean. A partir de los 12 meses, la actividad es más de movimiento: el pequeño aprende a moverse de forma autónoma, descubre y conoce. En el tercer año comienza el juego simbólico, en el que el niño finge e imita a los adultos. Esta forma se convertirá en juego de roles a partir de los 6 años.

CON MAMÁ Y PAPÁDIVERSIÓN GARANTIZADA

De niños también fuimos verdaderos expertos en el arte del juego, pero ahora que somos adultos, lidiando con tantos compromisos diarios, no siempre es fácil sentarnos con nuestros hijos, dejar atrás todos los pensamientos y dedicarnos a las actividades que nos proponen. ¿Cómo redescubrir el placer de jugar y pasar momentos agradables que fortalezcan la relación?

  • “El primer paso es crear las condiciones adecuadas para vivir estos momentos con serenidad, consciente de que el juego es importante y le ayuda a crecer”, dice Monica Castagnetti. “No es necesario pasar tardes enteras jugando, mucho mejor identificar un momento que permita al adulto estar ahí con placer, sin aburrirse. 

Incluso pueden ser cinco minutos, si es el momento adecuado para ese padre, siempre y cuando sean cinco minutos vividos con participación. Recordemos que el niño, desde temprana edad, respira las emociones de los adultos y durante el tiempo libre espera sentir su placer. Si, por otro lado, hay frialdad o irritación, para él deja de ser un bello momento”.

SEÑALES DE SU DESARROLLO FÍSICO Y EMOCIONAL

Tu hijo ha crecido mucho, de ser un pequeño que se esforzaba por caminar hace unos años ahora corre, brinca y salta. Conoce más acerca de su desarrollo.

Muestra mayor coordinación y control en sus movimientos corporales.

Conserva el equilibrio sobre las puntas de los pies varios minutos.

  • Puede saltar a la pata coja, alternando uno y otro pie (en la etapa anterior aún no era posible), manteniendo el equilibrio.

    Su coordinación mejora hasta tal punto que es el momento de aprender a nadar, patinar e ir en bicicleta (a pesar que muchos ya lo han aprendido antes).

    Salta y brinca con soltura, sus movimientos dejan de ser en bloque y baila con armonía.

    Tiene mayor habilidad en la motricidad fina de sus dedos, puede atarse las agujetas de su zapatos sin tanta dificultad.

    Puede recortar con tijeras con facilidad.